Una de mis fantasías era ver coger a mi mujer con otro hombre. Varias veces se lo propuse y Nora sistemáticamente se negó. Primero era en forma rotunda y luego fue bajando el tenor de su respuesta. Me decía últimamente: ¿Estás loco? ¡Cómo voy a hacer eso delante de ti! ¿Te parece que podría? ¿No te pondrás celoso y después arde Troya?, con lo que mi mente morbosa empezó a sospechar que tanto no le disgustaba. Así que fui preparando el terreno para meter a otro tipo en la cama. No era mi idea traer a cualquiera, no sabía qué podía llegar a suceder pero tampoco me atraía el hecho de que la cogiera un conocido. Temía que después hablara.
Lo pensé mucho y opté por traer a un amigo. Le pondría cómo condición esencial de que no hablara de eso con nadie pero no sabía si lo iba a cumplir o no pero me jugué igual. Se lo propuse a Juan Carlos que se que tiene mucho «feeling» con ella y además me parece que la mira con buenos ojos y no le disgustaría el hecho de voltearse a mi mujer. Aceptó casi de inmediato con lo que mi suposición no estaba tan desacertada, pero puso una condición que me pareció ideal y que yo no había pensado. Me dijo que ella no tenía que saber nunca que él se la había cogido. Que inventara el juego vendándole los ojos o algo por el estilo pero que no quería darse a conocer. Me pareció brillante su propuesta y de ese modo me aseguraba casi por completo que él tampoco iba a hablar. Arreglé todo para un fin de semana que los chicos no iban a estar y lo hice venir haciéndolo entrar en casa sin que ella se diera cuenta. Le dije que aguardara el momento oportuno en la habitación que está junto a la nuestra y que ingresara cuando viera que estaba todo preparado. Ese día almorzamos liviano y le propuse a mi mujer hacer una siesta para estar bien para la noche ya que teníamos una reunión en casa de unos amigos, a la que casualmente concurriría también Juan Carlos.
Sería la prueba de fuego para mí. Apenas nos recostamos empecé a jugar con Nora y la fui llevando de a poco hasta que empezó a calentarse como siempre. Estábamos los dos desnudos y después de mimarmos y besarnos un buen rato me bajé para besarle su conchita introduciéndole la lengua en busca de su clítoris mientras una de mis manos le acariciaba los pechos. Empezó a mojarse y tuvo su primer orgasmo. Es muy rápido para ello y a mí me da mucho placer por la cantidad que suele tener en nuestra relación. Me acomodé sobre el respaldo de la cama y mi mujer entendió de inmediato qué tenía que hacer. Empezó a acariciarme la verga y fue bajando hasta ponerse entre mis piernas como lo hace siempre metiéndosela casi toda en su boca y dejando su culo y su conchita paraditos apuntando para fuera de la cama como si estuviera esperando algo. Es la típica posición de yoga llamada «gato estirándose». Ese fue el momento justo para que Juan Carlos entrara. Al verlo con su pija enhiesta y dura como una roca me impresioné. No sabía que el desgraciado tuviera un arma de tal calibre. Era gruesa y larga. Parecía la de un actor de películas porno. Seguro que si un productor de ese tipo de cine lo viera en pelotas lo contrata de inmediato. Pensé en lo que se iba a tragar Nora y empecé a calentarme aún más de lo que estaba por la masturbación oral que me estaba haciendo.
Cuando ella sintió algo a las puertas de su vagina frenó con lo que estaba haciendo e intentó darse vuelta a ver quién era el que intentaba penetrarla. Tomándola por la cabeza impedí que se diera vuelta al tiempo que le dije que por favor no miraba y que se dejara hacer lo que sea, que no la iba a pasar mal, que confiera en mis palabras. Me miró como diciéndome ¡Te diste el gusto! y continuó mamándome de maravillas como siempre lo hace. Como estaba mojada nuevamente se aguantó ese tremendo pedazo sin problemas. Yo veía como Juan Carlos la penetraba y no podía creer que esa pija se perdiera de mi vista rumbo al interior de su vagina. El «amante misterioso» como pensé en llamarlo a mi amigo, entraba y salía con potentes empellones y yo notaba que eso la hacía gozar sobremanera por la forma en que me la chupaba. Por momentos y dada la excitación que ella tenía tuve miedo que me la mordiera pero por suerte eso no sucedió. Ví como Nora reculaba como para que le entrara toda y no se le fuera más de ahí y supuse que estaba por tener otro orgasmo.
Juan Carlos que estaba también muy excitado acabó furiosamente derramando su semen sobre la cola y la espalda mi mujer y yo al ver la situación de ambos no pude contenerme y me corrí en su boca sin que ella dejara escapar ni una sola gota. Cuando mi mujer se repuso y sintió que se retiraba la pija que la había cogido intentó darse vuelta nuevamente pero se lo impedí. Luego la fui alzando hasta tenerla acurrucada entre mis brazos y fue cuando me preguntó el por qué no le había dejado ver a la persona que la había penetrado. Le dije que ese era el juego, que otro la penetraría delante de mí sin que ella viera ni antes ni después al que la había hecho gozar. Después de nos dormimos un rato y al despertarnos hicimos el amor como nunca. Me confesó que la había pasado bien y que si no me importaba le gustaría repetir la experiencia. A la noche en la reunión estuvo junto a Juan Carlos y charló y rió con él sin saber que era quién la había hecho gozar tanto a la tarde. La verdad que se comportó como un caballero y por ello fue que apartándome de todos le dije que en cualquier momento lo volvía a llamar.